miércoles, 27 de febrero de 2013

La Guerra de los Mundos



Era domingo, 30 de octubre del año 1938. Para celebrar la festividad de Halloween la cadena norteamericana de radio CBS emitía en directo, desde la planta veinte del número 485 de la Avenida Madison de Nueva York, una entrega especial de su serial The Mercury Theatre on the Air. A cargo de dicho programa estaba un joven y prometedor actor llamado Orson Welles. Un joven brillante, un visionario, que estaba a punto de realizar la emisión de radio más famosa de todos los tiempos.

Esa tarde del 30 de octubre Orson Welles lanzaba a las ondas una adaptación de La Guerra de los Mundos, el clásico de H.G. Wells, obra pionera en ese género que hoy llamamos ciencia-ficción y que en el momento de su publicación se denominaba romance científico. Orson Welles, consciente de las enormes posibilidades que le ofrecía la radio, convertía la historia de la invasión marciana de Inglaterra en una serie de boletines informativos que supuestamente interrumpían la emisión normal de la CBS informando a la población de una “aunténtica” invasión marciana de los Estados Unidos. Aquellos oyentes que sintonizaron la emisora minutos después de comenzar el programa, momento en el que se decía que todo lo que iba a emitir en la siguiente hora era pura ficción, creyeron a pies juntillas lo que de forma tan absolutamente real estaba informando la radio. La dramatización de la obra fue tan realista que en los estados del Noroeste de los Estados Unidos y en la vecina Canadá fueron miles las familias que huyeron de sus hogares por temor a ver llegar a los invasores marcianos. Y en el área de Nueva York y Nueva Jersey, zona que supuestamente estaba sufriendo la invasión marciana, las autoridades civiles se vieron desbordadas por las llamadas telefónicas de auxilio. Orson Welles, había contado una historia clásica y ya conocida, pero al emplear las nuevas herramientas que la tecnología de su tiempo le ofrecía demostró quizás por vez primera el colosal poder de los medios de masas. Lo que vino después es historia. Cualquiera de ustedes que quiera saber más sobre este episodio tan solo está a un clic de distancia de miles y miles de páginas de información. No sé ustedes, pero yo habría dado cualquier cosa por descubrir de lo que habría sido capaz ese joven genio con los actuales avances tecnológicos.


Con este ejemplo histórico tan solo he pretendido llamar su atención, amable lector, para reiterar una vez más lo que pretendemos hacer en ShotWords. En estos primeros años del siglo XXI los asombrosos avances tecnológicos, cuya máxima expresión es Internet, y que han dado a luz a esta Era Digital que vivimos, nos ofrecen las más poderosas herramientas con las que ningún narrador ha contado en la historia de la humanidad. En el largo camino que hemos recorrido desde que ese primer antepasado nuestro se sentó a la luz del fuego a contar a sus congéneres las historias de lo que se ocultaba en las sombras, nunca un narrador ha tenido a su alcance a tanto público al mismo tiempo y con casi el mismo grado de relación e interacción que ese primitivo antepasado nuestro con sus hermanos de tribu. Escritor, cineasta, creativo…seas quien seas, no tengas miedo a ese futuro que ya es presente, porque un auténtico narrador tiene la “obligación moral” de intentar emular a Orson Welles en aquel lejano domingo de 1938. No hablo de lograr lo que logró aquel genio, eso sería una presunción imperdonable. De lo que hablo es de mantener ese espíritu visionario, transgresor de ese pionero en las nuevas formas de narrar. De mantener viva la llama de ese testigo que nos legaron desde el pasado.

En Shotwords creamos porque creemos en lo que hacemos y narramos porque es nuestra única forma de sacar a la luz aquello que se oculta en las sombras.   

Encabeza estas líneas la magnífica ilustración del artista polaco Robert Czarny

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