Era domingo, 30 de octubre del año 1938.
Para celebrar la festividad de Halloween la cadena norteamericana de radio CBS
emitía en directo, desde la planta veinte del número 485 de la Avenida Madison
de Nueva York, una entrega especial de su serial The Mercury Theatre on the
Air. A cargo de dicho programa estaba un joven y prometedor actor llamado Orson
Welles. Un joven brillante, un visionario, que estaba a punto de realizar la
emisión de radio más famosa de todos los tiempos.
Esa
tarde del 30 de octubre Orson Welles lanzaba a las ondas una adaptación de La
Guerra de los Mundos, el clásico de H.G. Wells, obra pionera en ese género que
hoy llamamos ciencia-ficción y que en el momento de su publicación se
denominaba romance científico. Orson Welles, consciente de las enormes
posibilidades que le ofrecía la radio, convertía la historia de la invasión
marciana de Inglaterra en una serie de boletines informativos que supuestamente
interrumpían la emisión normal de la CBS informando a la población de una “aunténtica”
invasión marciana de los Estados Unidos. Aquellos oyentes que sintonizaron la
emisora minutos después de comenzar el programa, momento en el que se decía que
todo lo que iba a emitir en la siguiente hora era pura ficción, creyeron a pies
juntillas lo que de forma tan absolutamente real estaba informando la radio. La
dramatización de la obra fue tan realista que en los estados del Noroeste de
los Estados Unidos y en la vecina Canadá fueron miles las familias que huyeron
de sus hogares por temor a ver llegar a los invasores marcianos. Y en el área
de Nueva York y Nueva Jersey, zona que supuestamente estaba sufriendo la invasión
marciana, las autoridades civiles se vieron desbordadas por las llamadas telefónicas
de auxilio. Orson Welles, había contado una historia clásica y ya conocida,
pero al emplear las nuevas herramientas que la tecnología de su tiempo le ofrecía
demostró quizás por vez primera el colosal poder de los medios de masas. Lo que
vino después es historia. Cualquiera de ustedes que quiera saber más sobre este
episodio tan solo está a un clic de distancia de miles y miles de páginas de
información. No sé ustedes, pero yo habría dado cualquier cosa por descubrir de
lo que habría sido capaz ese joven genio con los actuales avances tecnológicos.
Con
este ejemplo histórico tan solo he pretendido llamar su atención, amable
lector, para reiterar una vez más lo que pretendemos hacer en ShotWords. En
estos primeros años del siglo XXI los asombrosos avances tecnológicos, cuya
máxima expresión es Internet, y que han dado a luz a esta Era Digital que
vivimos, nos ofrecen las más poderosas herramientas con las que ningún narrador
ha contado en la historia de la humanidad. En el largo camino que hemos
recorrido desde que ese primer antepasado nuestro se sentó a la luz del fuego a
contar a sus congéneres las historias de lo que se ocultaba en las sombras,
nunca un narrador ha tenido a su alcance a tanto público al mismo tiempo y con
casi el mismo grado de relación e interacción que ese primitivo antepasado nuestro
con sus hermanos de tribu. Escritor, cineasta, creativo…seas quien seas, no
tengas miedo a ese futuro que ya es presente, porque un auténtico narrador
tiene la “obligación moral” de intentar emular a Orson Welles en aquel lejano
domingo de 1938. No hablo de lograr lo que logró aquel genio, eso sería una
presunción imperdonable. De lo que hablo es de mantener ese espíritu
visionario, transgresor de ese pionero en las nuevas formas de narrar. De
mantener viva la llama de ese testigo que nos legaron desde el pasado.
En
Shotwords creamos porque creemos en lo que hacemos y narramos porque es nuestra
única forma de sacar a la luz aquello que se oculta en las sombras.
Encabeza estas líneas la magnífica ilustración del artista polaco Robert Czarny
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