lunes, 25 de febrero de 2013

De la literatura en papiro a la literatura digital





Mucho ha llovido desde aquellos tiempos en los que el faraón de Egipto tenía el monopolio de la elaboración del papyrus (papire en griego, de donde procede la palabra “papel”). De hecho, en egipcio per-peraâ significa “flor del rey”. Y es que el invento procedía ni más ni menos que de una flor acuática, originaria del Nilo aunque extendida por toda la cuenca del Mediterráneo, una hierba palustre que tras un elaborado proceso daba como fruto unos pliegos sobre los que se puso de moda escribir…

En determinados foros últimamente se habla de “literatura digital” -¿es o no literatura?; ¿su existencia es posible más allá de Internet?; ¿es la ciberliteratura una obra de arte y no una pieza literaria?- Por no hablar de aquellos para quienes la literatura digital son las novelas de toda la vida pasadas a formato EPUB, MOBI o PDF.

Con todo esto a mi me vino a la cabeza qué debieron pensar aquellos antepasados nuestros, acostumbrados a la piedra de toda la vida, cuando irrumpió en sus casas el papiro… ¿Acaso el hombre no lleva viviendo de sus avances tecnológicos toda su existencia? ¿Y no se ha aprovechado de estos inventos para hacer arte? Y entendamos que al decir “arte” no me refiero sólo a esas piezas de museo (el teatro es arte, y también lo es el “docuteatro”, un híbrido entre pieza teatral y documental con el que nos sorprendió la compañía DV8 el pasado Festival de Otoño en Primavera haciendo uso de toda clase de tecnologías de la imagen para componer su híbrido teatral).

Ahora nos echamos las manos a la cabeza porque nace en los países anglosajones una nueva forma de hacer literatura que se aprovecha de todos y cada uno de los avances tecnológicos del hombre, como lleva haciendo el teatro desde los años setenta. Esta nueva forma de hacer literatura lleva el “adjetivo” del soporte que la contiene, “digital”, que por supuesto no tiene que estar obligatoriamente relacionado con Internet. Un libro digital puede perfectamente tener por soporte un CDROM, un DVD o una memoria FLASH que mantienen características interactivas y de multimedia en la mayoría de los casos. Lo que identifica a este tipo de obras de “literatura electrónica” es que usan eso, la electrónica, sea el hardware de un CDROM, el de un DVD o de servidores conectados por protocolos de comunicación. Y, además, precisan de un microprocesador de transistores electrónicos para poder memorizarse, codificarse y leerse. Es la electrónica (y, en concreto, el hardware), lo que realmente las caracteriza, por eso en el mundo anglosajón se las denomina “electronic literature”.





Así que la evolución podríamos resumirla así, y perdón porque lo hago a groso modo: en el neolítico estábamos pintando animales en la pared de la cueva y un buen día, nos pasamos a la piedra (en principio los pictogramas que darían paso a la idedografía)… Llegaron los sumerios con sus placas de barro en forma de cuña para hacerse los amos de la escritura cuneiforme… Los egipcios, en sus papiros, nos complicaron la vida con los jeroglíficos…  El hombre se hizo más listo y pensó ¿para qué complicarse tanto? Así que se inventó las escrituras basadas en grafemas y las ideográmicas… El papiro se convirtió en papel, llegó Gutenberg, de quién ya hemos hablado aquí, cuya imprenta ha tenido la hegemonía de la escritura durante más de quinientos años…

Hasta que apareció la literatura digital, literatura electrónica o ciberliteratura, con una nueva escritura que recupera el sentido de la imagen en su totalidad y se sirve otra vez de la interpretación del hombre, como el jeroglífico del papiro, para darle sentido al contenido de su obra.

Los tiempos cambian, y el ser humano sigue reinventándose una y otra vez, porque de no ser así, no sería humano.

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