A
raíz de la reciente y esperada fumata blanca, resulta irresistible abordar el
fenómeno de la elección del nuevo papa como el penúltimo capítulo de una
historia que dura ya exactamente 2013 años.
Está
claro que todo lo que rodea al Vaticano sigue cautivando a las masas, en parte
porque los medios se afanan por presentarlo como un espectáculo con múltiples y
fascinantes vertientes: el juego de poder, el secretismo del proceso, la
parafernalia del vestuario, el suspense en torno a la chimenea, etc.
El
despliegue informativo ha sido masivo, con episodios calificables de
extravagantes (en prensa, infografías interactivas sobre el cónclave; en TV,
esa rueda de prensa en la que el cardenal Lombardi detallaba los compuestos
químicos de la fumata negra). Casi un show que parecía destinado a captar
audiencia.
Pero
más allá del evento concreto, la propia religión cristiana ha sido analizada
desde enfoques muy diversos: como una multinacional, una franquicia muy
lucrativa o incluso una “marca” con un éxito publicitario asombroso. Yendo un
poco más lejos, y sin ánimo de herir susceptibilidades o cuestionar la fe de
nadie, proponemos un reto mayúsculo: demostrar que la Iglesia católica puede
ser un caso excepcionalmente complejo de transmedia, es decir, una historia muy
larga y extensa que se ha ido narrando en diferentes soportes y formatos a lo
largo de veinte siglos.
Para
empezar, si bien son los evangelios los que cuentan la historia de Jesucristo
(el protagonista), la Biblia tiene una precuela, el Antiguo Testamento, y muchos
spin-offs, las vidas de todos los santos y sus respectivas reliquias. Objetos
míticos como el Grial o el Arca de la alianza no hicieron sino expandir este
universo, igual que las Cruzadas y, a otro nivel, los ensayos filosóficos de
San Agustín, los autos sacramentales o la poesía mística de Santa Teresa.
Miles
de arquitectos, escultores, músicos y pintores han trabajado para la iglesia,
hasta el punto de que el arte sacro fue prácticamente hegemónico hasta el siglo
XVIII. ¡Qué empresa no hubiese suspirado por tener a Leonardo o a Miguel Ángel
como directores creativos! Por si fuera poco, tras el descubrimiento de
América, numerosas órdenes (jesuitas, carmelitas, dominicos) se encargaron de llevar
el mensaje al nuevo mundo, llegando incluso a prestar su nombre a un país:
República Dominicana.
En
la actualidad, y aunque la institución eclesiástica no goza ya del esplendor
pasado, esta especie de macro-campaña multimedia sigue muy viva: grandes
producciones como la serie “The Borgias”, films como “Habemus papam”, de Nani
Moretti, cientos de libros cada año en los que se toca el tema de un modo u
otro, las recopilaciones navideñas de canto gregoriano, las procesiones de
Semana Santa, la JMJ…
Tal y cómo tituló Hollywood la biografía de
Jesús de Nazaret en 1965, se trata de “La historia más grande jamás contada”.
Una historia que está todavía muy lejos de concluir.