Allá por los años
ochenta, como otros muchos miles de niños, yo también quedé
prendado tanto por la épica de las películas como por el potente
merchandaising de Star Wars. Hasta cierto punto sorprende que nuestra bitácora
no haya analizado todavía esta mítica saga, un fenómeno planetario que lleva
más de treinta años generando todo tipo de historias en todo tipo de soportes y
formatos (además de pingües beneficios económicos, por supuesto). Amén de los
seis largometrajes estrenados y los tres que, parece, vienen en camino, Star
Wars ha seguido desarrollándose profusamente a través de cómics, series de TV, animaciones,
videojuegos, novelas, etc.
Y qué decir de la asombrosa cantidad de bienes de consumo o goodies: figuras,peluches, reproducciones a escala de las naves espaciales, camisetas, pósters, tazas, llaveros, pen-drives, sables láser… ¡La lista es infinita!
Cuando George Lucas firmó los contratos con la Fox debía intuir ya que las reglas del juego habían cambiado. Por eso renunció a su salario como director a cambio de unporcentaje de los ingresos de taquilla y, muy especialmente, la totalidad de los derechos sobre el merchandising. Y, desde luego, no se puede decir que su olfato le haya fallado: 22.000 millones de dólares de ganancias en las últimas tres décadas gracias, entre otras cosas, a la venta de unos simples muñecos.
El fulgurante éxito de este producto narrativo, sólo equiparable al de la Coca-cola, ha convertido a Star Wars en un referente ineludible de la cultura de masas del siglo XX, incluso en una especie de mito reconocido y compartido por toda la aldea global. No en vano se suele hablar popularmente de “La Sagrada Trilogía”.
Aquí entra en liza el fenómeno fan, que es precisamente el que ha fomentado ese punto de devoción casi religiosa en torno a la obra de G. Lucas. Desde la premiere del episodio IV en mayo de 1977, los seguidores más acérrimos han ido aumentando exponencialmente, tanto en número como en entusiasmo. La llegada de Internet, claro,ha llevado dicha tendencia a otro nivel.
De hecho, el tan denostado (y un poco peyorativo) término “Friki” ha sido dignificado y ya se ha normalizado el uso del neologismo “Prosumer” (producer + consumer): aquellos jovenzuelos granujientos que se disfrazaban de soldados imperiales para ir a su convención de nerds han dado paso a una audiencia organizada que también quiere participar en el proceso de creación de contenidos.
En una reacción lógica, inicialmente Lucas optó por proteger a su criatura y controlar su crecimiento, sin descartar la vía legal (mismo error cometido años más tarde por losresponsables de Harry Potter). Pero pronto comprendió que litigar contra las masas de fans no sólo era imposible sino, sobre todo, contraproducente: ellos eran quienesestaban llevando la marca Star Wars hasta el último rincón de la galaxia. Por eso decidió encauzar toda esa energía, mediante estrategias como el Holocron o el Star Wars fan movie challenge, evento anual en el que se premian las obras producidas por los propios fans
Quién me iba a decir a mí que cuando, en mis juegos infantiles, inventaba nuevas aventuras para Luke Skywalker y Han Solo, en realidad estaba expandiendo el universo narrativo de Star Wars…
O dicho de otro modo: transmediando.