¿Branded
content? ¿Brand entertainment? ¿O un más castizo e inteligible “Contenido de
marca”? Antes de perdernos en neologismos y conceptos farragosos, recordemos
que el pionero en la materia, ocho siglos antes de nuestra era, no fue otro que
Homero.
Sí,
aquel rapsoda ciego y nómada que nos legó las primeras obras maestras de la
literatura universal, se ganaba la vida creando productos narrativos a la
medida de sus clientes. Así de sencillo. Igual que nosotros confeccionamos el
guión de una serie o el story-board de un spot, él vagaba por los palacios de
la antigua Grecia amenizando con sus historias orales los banquetes de la
corte, donde no le quedaba más remedio que competir con el bufón y el
tragasables por la atención del respetable.
Era
lo que se dice un free-lance en toda regla.
Por
tanto no le bastaba con cualquier anécdota improvisada para salir del paso. Si
quería hacerse una audiencia y que le pagaran por su trabajo necesitaba una
historia con gancho, claro, pero además tenía que ofrecer un extra. Por suerte
para él (y para la humanidad) debió ser un juglar no sólo muy talentoso sino
también bastante sagaz.
Entendió
que si le tocaba recitar en Micenas, más le valía hacer protagonista absoluto
al rey de aquella polis, agasajándole con un cuento que bien podría haber
arrancado de la siguiente manera: “El gran señor de esta hermosa ciudad, cuyo
linaje desciende de los mismísimos dioses olímpicos y cuya esposa rivaliza en
belleza con la propia Afrodita…”.
Por
otra parte, si el camino lo conducía a Esparta, ¿no era lógico ensalzar en sus
odas la legendaria bravura de estos temibles guerreros, que era al fin y al
cabo el sello de la casa? Destacando los rasgos característicos de los
espartanos, enfatizando sus cualidades como pueblo, Homero no hacía más que lo
que en lenguaje publicitario moderno se conoce como “potenciar la imagen de
marca”.
O
yendo aún más lejos: construía una ficción con la que posicionar a los
espartanos en el mercado, haciendo hincapié en sus puntos fuertes como empresa
y transmitiendo sus valores corporativos. Y eso, por definición, es un branded
content.
Los
espartanos quedaban satisfechos y Homero se aseguraba un plato de lentejas para
cenar. Próxima parada: Tebas, Corinto, quizás Atenas.
A
día de hoy, aquí mismo, tenemos un ejemplo similar, de rabiosa y permanente actualidad:
la tan publicitada Marca España. Nuestro gobierno ha decidido darle un lavado
de cara al país y para ello ha lanzado una vasta campaña, tanto interna como
externa, destinada a comunicar una idea de solidez, de solvencia, de atractivo
para la inversión.
Sin
duda les vendría de perlas un Homero 2.0.