“¿Shotwords? Un disparo de palabras es un
concepto sugerente ya de entrada. ¿Transmedia? Bien, todo el mundo habla de
ello pero intuyo cierta confusión en torno al término…”. Éstas quizá fueron las
primeras ideas que brotaron en mi cabeza allá por febrero, cuando Carmen
Pombero me habló de este proyecto. A ella la conocí literalmente el siglo
pasado, en 1999, cuando ambos nos formábamos en la EICTV de San Antonio de los
Baños, Cuba. Después coincidimos muy puntualmente, aunque a lo largo de estos
últimos años nuestras trayectorias han discurrido hasta cierto punto de forma
paralela: ambos acabamos en Madrid ganándonos la vida como guionistas de TV,
pese a que su gran vocación, creo, es el teatro, y la mía (esto sí lo sé) la
literatura.
De hecho cuando Carmen me abrió la puerta a
Shotwords yo estaba en un punto curioso, y delicado, de mi carrera, tras más de
dos años sin ingresar ni un solo euro. Y es que a fines de 2009, tras una larga
temporada de intenso trabajo, decidí hacer un paréntesis y tomarme unos meses
sabáticos. A veces en la vida uno necesita parar, levantar la cabeza y tratar
de ver las cosas en perspectiva. Da miedo, porque nadie te asegura que no estés
cometiendo una grave equivocación, pero yo podía permitírmelo y lo hice. Marché
unos meses a Nueva York, ciudad que desconocía, y a mi regreso decidí que había
llegado el momento de acercarme a la literatura, hacia la que siempre había
sentido un respeto casi reverencial. Quité el tapón y los relatos fluyeron,
cientos de páginas que me mantuvieron un buen rato encerrado en casa, disfrutando
íntimamente la escritura pero también un poco ajeno a la realidad.
Y la realidad era que se me agotaban los ahorros,
al principio un colchón bastante mullido, al final una raquítica e incómoda
esterilla sobre la que era imposible descansar. Había llegado el momento de
buscar un trabajo que no aparecía por ningún sitio. En febrero de 2012 la
situación no era aún desesperada pero sí preocupante, dada la parálisis que
aquejaba al sector televisivo: la crisis afectaba de lleno a la inversión
publicitaria, lo cual se traducía en ausencia de nuevos proyectos y una larga
fila de profesionales en paro. Mal panorama. Tocaba agudizar el ingenio.
Retomé el contacto con Carmen, cuya mente
inquieta había llegado a las mismas conclusiones que la mía: la narrativa
estaba evolucionando y buscaba nuevos cauces, obligada por la difícil coyuntura
económica pero al mismo tiempo impulsada por Internet y la explosión
tecnológica. Igual que la TV, el cine languidecía, acosado por los recortes, la
incoherencia del modelo y, todo hay que decirlo, la falta de calidad; tampoco
el mundillo editorial andaba muy boyante, obcecado en demonizar al ebook en vez
de concentrar esfuerzos en hacer autocrítica y adaptarse a los cambios.
Hoy, seis meses después de iniciada la aventura
Shotwords, muchas horas de trabajo y reflexión me permiten afirmar que el
contexto es, en efecto, apasionante: hemos analizado un buen número de
universos transmedia y hemos rastreado una red en ebullición en busca de
fenómenos como Moderna de Pueblo o Hijos de Mary Shelley. La sociedad y la vida
en general se han hecho más complejas, y por tanto la narrativa, que es nuestra
forma de entenderlas, también.
Esto es una metáfora muy personal, pero como
narrador me siento partícipe de una suerte de conquista de Oklahoma: todos en
línea, a la espera del pistoletazo de salida, y a nuestros pies un inmenso
territorio ignoto, la narrativa del siglo XXI, a la espera de que los más
atrevidos planten su bandera.
Es un privilegio vivir en esta época tumultuosa
en la que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Y sobre
todo es un placer, y un continuo proceso de aprendizaje, compartir el viaje con
Carmen y Eduardo, el tercer vértice de Shotwords, que me ha descubierto que la
narrativa puede ser el más divertido de los juegos.
Paradójicamente, la enseñanza fundamental que he
extraído de la experiencia Shotwords es que de algún modo ya está todo
inventado desde Homero (¿acaso no es la Odisea un spin-off de la Ilíada?). Por
tanto ésta es mi única certeza de cara al futuro: una historia transmedia debe
ser ante todo una buena historia. Y en estos tiempos inciertos, más que nunca,
el ser humano precisa de buenas historias.
Por ello, y para no quedarnos en la pura
especulación teórica, el próximo lunes os presentaremos una en la que hemos
invertido toda nuestra ilusión y todo nuestro oficio: SINARQUÍA. Esperamos no
dejar indiferente a nadie.