viernes, 12 de abril de 2013

Esperando a Wilson



Corren tiempos extraños para todos, en general, y para los narradores, en particular. El sector editorial está en shock desde la irrupción del ebook, el cine languidece a causa de la crisis y la falta de apoyo público, las incertidumbres del mercado publicitario impactan de lleno en la ficción televisiva, el teatro sigue siendo un espacio más bien minoritario… Y sin embargo, paradójicamente, el urdidor de historias tiene hoy a su entera disposición un formidable laboratorio creativo llamado Web 2.0, cuyas posibilidades narrativas son casi infinitas.

Ahora bien, el narrador de la era digital se parece mucho al de siglos anteriores en que todavía no ha logrado librarse de engorrosas necesidades materiales como comer, vestirse o procurarse un techo que lo proteja de los elementos. Y es entonces cuando surge el problema: ¿quién pone las lentejas en la mesa mientras yo me embarco en la excitante e inspiradora aventura de diseñar un universo transmedia?
Porque a menos que cuente uno con fondos ilimitados, poner en marcha un proyecto de estas características implica invertir una enorme cantidad de energía y horas de trabajo, machacar las redes sociales y recurrir a fórmulas de financiación alternativas como fundaciones o  crowfunding. Siguiendo con la hipótesis, si después de todo esto consigues notoriedad o incluso algo de éxito, es posible que una institución o una marca muestren interés por tu obra.

Y en este punto entra en juego el branded content. Una primera observación: igual que hace quince años los términos “Interactivo” y “Multimedia” iban siempre de la mano, ahora “Branded content” y “Transmedia” llegan a parecer sinónimos. Nada más lejos de la realidad. Un breve recordatorio:   

. TRANSMEDIA: una historia contada a través de diversos soportes.
. BRANDED CONTENT: un contenido de ficción patrocinado por una marca. 


La única relación entre ambos conceptos se daría, por ejemplo, si uno de esos soportes del universo transmedia (por ejemplo una webserie o un cómic) estuviese financiado por una determinada empresa, que paga para que su imagen o sus valores corporativos queden implícitos en la ficción. 

Por lo común, el narrador se muestra instintivamente reacio a esta “escritura mercenaria”. Pero, ¿acaso, de un modo u otro, no hacemos siempre branded content? Editoriales, productoras y canales de TV pertenecen por lo general a macro-grupos de comunicación, conglomerados empresariales en cuyo seno se mezclan intereses políticos, económicos y financieros muy difíciles de desentrañar. Escribimos, en última instancia, lo que nos pagan por escribir.  

Para terminar, una referencia ineludible a “Náufrago” (R. Zemeckis, 2000), película que podría ser considerada maliciosamente un publirreportaje de la empresa de mensajería FedEx. Pero yo prefiero hablar de Wilson, la inolvidable pelota de vóley, único “amigo” de Tom Hanks en esa inhóspita isla desierta. Wilson es quien salva al protagonista de la soledad y la locura. Quizá por eso pocas veces he sentido tanto la pérdida de un personaje de carne y hueso como lamenté la de aquel objeto esférico magistralmente imbuido de humanidad. Porque Wilson no es sólo un branded content de libro: es también un reto narrativo, un personaje sublime que logra emocionar gracias a la interpretación de Hanks y sobre todo a la pericia del guionista.


En definitiva, ¿será el branded content el sostén económico de la narrativa transmedia? Nadie lo sabe. Eso sí: será cosa de los narradores, porque los branded contents son historias, y nosotros contamos historias. Eso es lo que sabemos hacer, y lo que nos apasiona. 
Yo, al menos, estoy deseando que suene el teléfono y alguien me brinde la oportunidad, o me proponga el desafío, de insuflarle vida a una simple pelota.   


miércoles, 10 de abril de 2013

La era del e-Pulp




Cuando hablamos de literatura “pulp” es muy probable que mucha gente no tenga ni la más remota idea de que es eso. Sin embargo si hablamos de Conan el Bárbaro, Flash Gordon, Tarzan, John Carter de Marte o El Zorro la historia es bien distinta puesto que estos son personajes que pertenecen ya al imaginario popular de nuestra cultura. Personajes todos ellos del “género pulp”.

Cuando hablamos de literatura pulp estamos hablando de un fenómeno literario que nació y vivió su momento de esplendor en las primeras décadas del pasado siglo XX. Durante esa primera mitad del siglo XX, y sobre todo a raíz de la Gran Depresión, en los Estados Unidos se popularizaron una enorme variedad de publicaciones realizadas en papel barato, de baja calidad, elaborado a partir de la pulpa de madera (de ahí el término pulp). Estas revistas estaban especializadas en los más diversos géneros de ficción, con el elemento común de la aventura, y cuyos destinatarios eran las clases medias y bajas que, por un coste mínimo, veían colmadas sus ansias de entretenimiento. Una evasión necesaria ante la cruda realidad que les tocaba lidiar a diario.

Si bien la crítica académica jamás tuvo en cuenta a dichas obras y sus autores, puesto que la excelencia literaria jamás fue un objetivo de dichas obras, estas ocuparon un lugar muy importante en el corazón de millones de lectores y de sus páginas no solo nacieron personajes que son ya iconos de nuestra cultura, sino que supusieron la primera oportunidad para autores de la talla de Dashiell Hammett o Raymond Chandler.

Las páginas de las revistas pulp se poblaron desde su nacimiento de todo tipo de aventureros, detectives infalibles, horrores inimaginables y héroes invencibles. Ya he citado algunos de ellos, y la nómina puede seguir estirándose páginas y páginas. Historias generalmente breves, escritas en un plazo de entrega tan breve que parece increíble, y que el público devoraba con pasión.

A partir de los años 50 en los Estados Unidos el pulp lentamente fue desapareciendo y casi cayendo en el olvido. En España, que también participó de su versión patria del género pulp, el fenómeno se prolongó hasta los años 70. No en vano éramos un país más pobre.  Por citar unos pocos ejemplos cabe mencionar las diversas colecciones de novelas populares de la Editorial Bruguera, la revista “Hombres Audaces” de la Editorial Molino (compuesta en gran medida por traducciones de originales norteamericanos) y, sobre todo, las novelas protagonizadas por El Coyote, obra de José Mallorquí.



Como no hay nada nuevo bajo el sol, y la historia tiene tendencias cíclicas, en esta Gran Depresión que estamos viviendo está renaciendo un género que parecía muerto y enterrado. Internet ha servido como vehículo de reivindicación de unas obras que parecían ya olvidadas. El número de páginas web y bitácoras surgidas en torno a este género y su recuperación crece día tras día. En el caso español podemos hablar de la labor de la Editorial Laberinto, que está recuperando muchas de aquellas obras de los años 20 y 30. O de sitios web como Proyecto Pulp que reivindican este género.

Lo más curioso y lo que más nos interesa en ShotWords es que el gran propiciador del renacimiento de este género ha sido la tecnología. Por un lado Internet se ha convertido en un punto de unión de los amantes de este género y en un altavoz sin igual para sus propuestas. Y por otro lado la autoedición es más fácil que nunca. Gracias al libro electrónico se ha conseguido que cualquier autor pueda editarse casi sin coste alguno y que, con precios absolutamente ridículos, los lectores puedan consumir obras que recuerdan poderosamente a las que copaban aquellas revistas de las primeras décadas del siglo XX.



Tan solo hay que pasearse por la tienda de libros electrónicos de Amazon o de Apple para descubrir que de entre los autores más vendidos más de la mitad son auténticos desconocidos del público que visita las librerías tradicionales. Autores que logran cifras de venta que muchos escritores consagrados y habituados a ver su obra en negro sobre blanco desearían conseguir. Escritores que sin contar con el respaldo de una editorial que ayude a que sus libros lleguen al público, tan solo con su imaginación y el bajo costo de sus obras consiguen que estas lleguen a un público numeroso, ávido de recuperar sensaciones que se creían perdidas, ajenas al gusto de la crítica académica. Autores como Morgan Rice en lengua inglesa; o Fernando Gamboa, César García Muñoz y Fernando Trujillo, EvaGarcía Saez o Marc R. Soto en español, que gracias a la generalización de los soportes electrónicos de lectura, ya sean libros electrónicos o tabletas, han conseguido la categoría de best-sellers sin ninguna otra ayuda que la que han podido conseguirse ellos solos. Obras que, al igual que su antecesores de hace casi un siglo, ven sus páginas colmadas de misterios y aventuras, terror e imaginación.

No sabemos si de esta nueva era de la literatura pulp, que podemos definir como e-pulp o electronic pulp, nos quedarán nombres como los de Robert E. Howard o Edgar Rice Burroughs, si alguno de estos nuevos autores que he citado llegarán a convertirse en clásicos a finales de este siglo; pero esto es algo que no podemos descartar. No podemos decir que estaremos aquí dentro de un siglo para comprobarlo, pero sí que tenemos que estar hoy atentos a las nuevas oportunidades que la Era Digital está brindando a todo aquel que tiene una buena historia que contar.   

lunes, 8 de abril de 2013

Los Croods, ¿branded content para padres?


Hace unos días llevé a mi hijo a ver la última película de la factoría Dreamworks, The Croods, y cual fue mi sorpresa al identificar el mensaje del film con muchas de las reflexiones que estamos compartiendo con vosotros en ShotWords. 

Resumo brevemente el argumento: la familia Croods es la única superviviente en una tierra volcánica hostil, plagada de peligros y extrañas criaturas que luchan por sobrevivir al igual que ellos. Su padre, Grug,  les ha mantenido a salvo gracias a sus miedos y su falta de riesgo y creatividad, encerrándoles en una caverna día y noche de la que solo salen para cazar. El problema es que la hija adolescente, Eep, empieza a hacerse preguntas. ¿Qué habrá más allá de este desierto? ¿Existirá una forma de mantener la luz en esta oscura caverna una vez que el último rayo de sol se oculte? ¿Por qué es tan malo y peligroso lo nuevo? ¿Por qué hay que tener miedo? Estas preguntas, que se repiten constantemente en el film, son respondidas por su padre siempre a través de un cuento que les dibuja en las paredes de piedra de su caverna y que comparten la misma moraleja: lo nuevo y desconocido solo trae la muerte.

Todo cambia cuando una noche  Eep ve un resplandor y decide salir de la cueva para descubrir qué es. Se trata del fuego, concretamente una antorcha que porta Guy, un huérfano de su misma edad que ha sobrevivido en ese peligroso mundo gracias a su creatividad e ingenio, que le ha llevado a convertirse en actor, narrador e inventor de curiosos prodigios. Guy ha visto como el mundo que conocen se está resquebrajando a consecuencia de una serie de seismos y la invita a acompañarlo en su peligroso viaje hasta el punto más alto de aquellas tierras, un lugar desde donde se alcanza a tocar el sol.


El padre no cree al joven, al que mira con recelo, y se niega rotundamente a abandonar su oscura caverna, el único lugar en el que se siente capaz de proteger a su familia. Pero cuando Grug pierde su hogar a consecuencia de uno de esos vaticinados terremotos, se ve forzado a dejar el único mundo que conoce. Con su familia a cuestas se aventura con Guy, al que hace prisionero, en ese mundo volátil en busca de un nuevo hogar. Esta búsqueda peculiar, imaginativa y extraña está en contradicción con la dependencia de Grug a las tradiciones del pasado. Poco a poco la familia al completo se va dejando seducir por la imaginación de Guy y el padre tendrá que aceptar que la desbordante creatividad del joven es la que ahora les mantiene con vida.

Conclusión: nos encontramos ante un film que nos hace seguir los pasos de la primera familia moderna del mundo. Cuando la caverna que siempre ha sido su hogar es destruida los Croods descubren a lo largo de un viaje por peligroso senderos y aderezado con importantes choques generacionales, un increíble futuro que supera cuanto habían imaginado. Lo nuevo, finalmente, resulta ser mucho mejor que lo viejo. Pero hay más, ese nuevo mundo solo se conquista a través de la creatividad que encierran los mil y un inventos de Guy.


El film, que claramente va dirigido a los padres y no a sus hijos, obliga a reflexionar sobre el momento crítico en el que nos encontramos: lo nuevo (digital) lucha por vencer a lo viejo (analógico). La película me pareció un brand content en toda regla, auspiciado no por una empresa en concreto (Appel, Microsofft o incluso Google) sino quizá por toda una nueva industria que puja por lograr el liderazgo mundial, la industria tecnológica de la que EEUU está a la cabeza. 

Grug y Guy, lo viejo y lo nuevo, el padre y el hijo, son los representantes de estas dos fuerzas enfrentadas, la de los dinosaurios que ven el cambio con temor frente a una nueva generación de creadores freakies representados en la figura de Guy que conquista a todos con sus creativos inventos. Eep sigue al joven hasta enamorarse de él, en una clara alegoría de las nuevas generaciones amantes de los avances tecnológicos, y acaba por atraer a su padre hacia la luz. Esto me recordó al sector editorial, por eso no es tan descabellado hablar del film en esta entrada de los lunes, dirigido por dinosaurios que se resisten al cambio y que lentamente van siendo arrastrados hacia la luz como consecuencia de los gustos de las nuevas generaciones, esa luz que está en la tablet o el ebook y sus increíbles prodigios. 


Me llamó la atención que Guy no solo es un creativo inventor sino también un imaginativo narrador. En varias ocasiones se convierte en actor que interpreta sorprendentes papeles y protagoniza increíbles relatos que él mismo inventa para sortear los peligros. Moraleja: la juventud ha de ser creativa si quiere sobrevivir en el mundo del mañana, algo que lamentablemente no se está potenciando ni desde las escuelas ni desde los hogares españoles. 

La importancia que se le da en el film al "como" contar una historias va en la misma línea. Los cuentos de Grug con los que trata instruir a su familia están narrados sin originalidad, de forma lineal y con simbólicos dibujos hechos a mano en la pared, mientras que los de Guy son todo un despliegue de medios técnicos. Son historias coloristas y dinámicos, donde el joven se salta todas las reglas para propiciar a la familia una experiencia única, en lugar de que sean meros espectadores de lo narrado.

¿No es de todo esto de lo que venimos hablando en ShotWords? Quizá es que yo estoy obsesionada, no lo sé. Os invito, como siempre, a juzgar por vosotros mismos y que lleguéis a vuestras propias conclusiones.