viernes, 10 de mayo de 2013

Los Simpsons: La fiebre amarilla de la transmedia




No es ni mucho menos exagerado afirmar que The Simpsons es probablemente la serie más influyente de la historia de la TV. A su enorme popularidad, sus masivas audiencias y una larga permanencia en antena (se estrenó en 1987 y acumula ya 24 temporadas y 526 episodios), se suma un fuerte desarrollo transmediático. El universo narrativo amarillo se ha expandido a través de tantos medios y soportes que es prácticamente inabarcable.

Ya en 1990 se publicó un libro inspirado en la serie (Greetings from The Simpsons), así como el primero de muchos videojuegos (The Simpsons Arcade Game). Desde entonces ha habido cómics, largometrajes, aplicaciones para móviles, toneladas de merchandising y una ingente cantidad de material narrativo generado por los propios fans. Esta peculiar familia norteamericana ha dado lugar, además, a álbumes musicales o ediciones especiales de juegos de mesa (What would Homer do?), y tiene incluso su propia atracción en los parques temáticos Universal Studios (The Simpsons ride) y toda una gama de sellos postales. 


La criatura de Matt Groening es una franquicia de éxito global y difícil de cuantificar, no tanto por su volumen de negocio millonario como por su profundo impacto en la cultura de masas: The Simpsons es un auténtico fenómeno social al que multitud de estudios han tratado de aproximarse desde el punto de vista psicológico, económico o filosófico.

Es tal el grado de implantación de esta serie en nuestras vidas que ha originado casos de product placement inverso: marcas pertenecientes al mundo ficticio de Homer y compañía se pueden encontrar ahora en cualquiera de nuestros supermercados (cerveza Duff, Buzz cola). Otro ejemplo: en 2007, para la promoción de The Simpsons movie, doce tiendas 7-eleven fueron transformadas en Kwik-E-mart (el famoso badulaque de Apu). Y qué decir de la risa de Nelson o el “multiplícate por cero” de Bart, expresiones que la gente ha incorporado a su forma habitual de comunicarse a lo largo y ancho del planeta.


¿A qué se debe esta increíble capacidad para penetrar la realidad? De hecho el clan amarillo va todavía un poco más lejos: Los Simpsons no sólo se cuelan en nuestros hogares de mil maneras diferentes, sino que absorben y reelaboran otros formatos narrativos. Ya es legendaria su versión de la cabecera de Game of Thrones, sin olvidar el proyecto Springfield Punx, en el que los personajes de Lost son dibujados al estilo Simpson Simpsons.

Pero, ¿cómo explicar todo esto? En su obra de referencia “Narrativas Transmedia”, Carlos Alberto Scolari propone una respuesta original y muy sugerente, definiendo a The Simpsons como un logaritmo: “un conjunto de procedimientos aplicable a cualquier texto para simpsonizarlo”.



Tal vez la clave resida simplemente en que Springfield es todos los pueblos y ninguno, del mismo modo que Marge, Bart, Lisa, Maggie y Homer son todas las familias y ninguna. No parece casualidad, llegados a este punto, que el patriarca de la serie lleve el nombre de Homero, el primer gran narrador de la humanidad.   

  

miércoles, 8 de mayo de 2013

Águila Roja, nuestra serie transmedia por excelencia



Tratándose esta de una bitácora especializada en narrativas transmedia, y siendo los autores de la misma españoles, ya era hora de que hiciéramos un análisis del transmedia español más exitoso. Estoy hablando del universo de Águila Roja.  

El 19 de febrero de 2009 se estrenaba en La 1, el canal más importante de la televisión pública española, el primer episodio de la serie Águila Roja. Producida por Globomedia, una de las productoras españolas más exitosas, dicha serie daba un valiente paso adelante en lo que el panorama audiovisual español se trata. Por primera vez en muchos se apostaba por dejar atrás el modelo de comedia familiar para dar paso a una historia de época, en el género más clásico de aventuras. Una serie de capa y espada en la que se nos cuenta las peripecias de Gonzalo de Montalvo, un profesor de día en un trasunto del Madrid de Siglo de Oro al que llaman La Villa, que al caer la noche se convierte en un justiciero enmascarado, el Águila Roja. Un héroe de folletín que acompañado de su inseparable escudero Sátur y haciendo uso de sus técnicas de lucha orientales, se encarga de desfacer todo tipo de entuertos mientras lidia contra villanos de la peor calaña y misteriosas conspiraciones. 

Foto de la presentación de la quinta temporada
Este pasado lunes se estrenó con un apabullante éxito de audiencia la quinta temporada de la serie. Si bien es cierto que en las cuatro temporadas previas el rigor histórico ha brillado por su ausencia y que seguirá brillando, y que las tramas son, como ya hemos visto, cliché tras cliché, casi una parodia, el indudable sabor al folletín clásico de aventuras, y una cuidadísima factura, han logrado que la serie sea un completo éxito y que cuente con una legión de seguidores. El público en tiempos de crisis quiere héroes y villanos claramente reconocibles. Y eso los responsables de Águila Roja lo han comprendido perfectamente.

En vista de ese éxito, que ya fue patente desde la primera temporada en la cual se hizo con una media del 25,5% de cuota de pantalla, los creadores de la misma no desaprovecharon la oportunidad para comenzar a expandir el universo de la serie convirtiéndola en un magnífico transmedia que en 2010 recibió el premio al Mejor Contenido Multiplataforma en el Festival Rose D´Or.

El universo narrativo, cuya base es la serie de televisión, se expande al mundo del videojuego, con el juego gratuito de estrategia en tiempo real para navegadores web llamado MiÁguila Roja. En dicho juego los prosumidores, mientras interactúan con los personajes y elementos de la serie, crean grupos y sociedades de seguidores del Águila Roja, reforzando así el sentimiento de comunidad. 

Fuera del mundo digital, pero sin dejar atrás el componente lúdico, tanto en el juego de cartas como en el de tablero los fieles de la serie pueden recordar los principales sucesos de la misma, así como explorar lugares y situaciones no mostradas en la pequeña pantalla.














Sin embargo el auténtico transmedia arrancaría con el estreno en 2011 de la película Águila Roja, en la cual se exploraban eventos y personajes que no habían sido mostrados en la serie de televisión y que afectarían a la misma. En formato impreso, tanto en el mundo del cómic como en el de la novela es donde, se siguió ese camino, expandiendo aún más el universo narrativo. En el cómic La Sociedad del Loto Blanco se narra el viaje a China de Gonzalo de Montalvo y Sátur en el cual el héroe trata de cerrar un episodio de su pasado que tendrá repercusiones en el futuro del personaje. Y la novela Águila Roja. La profecía de Lucrecia, nos llevaría al pasado del héroe para explicar muchas de las cuestiones que la serie ha dejado en el aire. No podemos cerrar este apartado sin mencionar la serie de libro-juegos con cuatro títulos en su haber en la que el público infantil, auténtica cantera de prosumidores, se mete en la piel de Alonso, el hijo del héroe, sintiéndose así parte de la historia.

En definitiva, y a tenor de la audiencia con la que ha arrancado la quinta temporada de la serie, al universo de Águila Roja le queda cuerda para rato. Como narradores nos alegramos por ello y a buen seguro seguiremos al tanto de las aventuras de este peculiar héroe español. 






lunes, 6 de mayo de 2013

Aldea de F., un triunfo de la escritura colaborativa


Hemos tratado el tema de la escritura colaborativa como uno de los puntos claves de la narrativa del siglo XXI y también hemos dejado claro nuestro posicionamiento respecto a los microrrelatos, que aunque echaron a andar a mediados del siglo XX, es en este siglo donde el género está alcanzando su mayor difusión y madurez.


La aldea de F. es un claro ejemplo de ambas cosas. Como escritura colaborativa me parece el libro más redondo escrito hasta la fecha. La manera en la que las autoras dialogan entre ellas sin verse, como sus textos se responden unos a otros, otras veces se continúan o se complementan y se completan en algunos casos, es sin lugar a dudas un éxito de colaboración. La responsable de unir estas cuatro voces ha sido la escritora y docente Clara Obligado, una experta en el campo del microrrelato. En palabras textuales puso en contacto a las cuatro autoras “ya que sus textos dialogaban naturalmente y había en ellas una voz peculiar que me hacía sentir que se trataba de una poética común”. Cuando se conocieron, “supieron que estaban hechas para escribir juntas”.

Algo que he podido concluir tras mi propia experiencia es que en los proyectos colaborativos es tan importante el equipo en sí como saber formarlo y coordinarlo. El éxito de este libro se ha debido en parte a la capacidad de Clara para saber ver que este y no otro tenía que ser el equipo para el proyecto que la ocupaba, lo que viene a demostrar que otra de las características de la escritura colaborativa es que cada proyecto necesita de su propio equipo. Los sistemas de trabajo a modo de plantilla fija no tienen futuro en este siglo.


El libro se divide en cuatro secciones: La aldea, Uno de esos accidentes, Terreno implacable, y Traviesos. El segundo y tercer bloque de microrrelatos me han parecido sublimes, de una belleza extraordinaria y de una profundidad que es, desde mi punto de vista, lo mejor de este nuevo género. Es muy difícil en tanta concisión llegar a ser un escritor capaz de ahondar tanto en el tema sobre el que se escribe. Ellas lo consiguen. También es en estos dos bloques, especialmente en el segundo, donde una mayor "contaminación" entre las autoras se hace evidente. Al principio este hecho puede chocar un poco por la falta de costumbre, pero lentamente va arrastrando al lector hasta que éste espera en cada texto descubrir de qué forma se han contaminado, como si de un juego se tratase.

El libro escrito a ocho manos es un homenaje al autor mexicano Juan José Arreola para muchos el mejor y pionero en el género del microrrelato en México. Las Microlocas, como se han bautizado  Isabel González González, Teresa ServánEva Díaz Riobello e Isabel Wagemann, tres españolas y una chilena premiadas y publicadas, retratan el México de Arreola con una precisión que es difícil creer que no sean mexicanas. En cada uno de los microrrelatos van acercando al lector a esa mirada particular del escritor a través de las suyas propias, impregnando sus sentidos con el olor como polvo que avasalla la nariz, el calor opresivo del desierto, el sonido ausente y esa luz que ciega tanto de día y abruma en la noche por su aplastante inexistencia.


Pero sobre todo, el lector acaba siendo parte de los aldeanos de F. en ese juego que es la narrativa del siglo XXI, donde la máxima es implicar al lector a través de un proceso de inmersión que, en esta colección de microrrelatos, alcanza su esplendor. Cuando la lectura de La Aldea de F. concluye, el lector se queda con un sabor de boca agradable, muchas reflexiones sobre las que profundizar, y, sobre todo, con una experiencia única, la vivida por las propias escritoras en este difícil ejercicio de voces entremezcladas que logra salpicar al lector hasta hacerlo cómplice.

Para concluir, una pequeña reflexión del tristemente desaparecido escritor e investigador David Lagmanovich en su imprescindible El microrrelato: Teoria e historia. En este libro escribía "el microrrelato, este nuevo género, deriva del cuento pero no es un sustituto de éste", "nos encontramos frente a una evolución: ciclo novelístico, la novela, la nouvelle o novela corta, el cuento y, finalmente, el microrrelato. Tal es la escala básica de la narratividad". Y es por esta evolución que ShotWords se encuentra aquí, leyendo y analizando todo cuanto tiene que ver con las nuevas formas narrativas del siglo XXI, como ya sabemos no tan nuevas pero que se sirven de la red para crecer, expandirse e implicar al lector como en un juego. Tras leer La aldea de F., estas palabras de Lagmanovich se leen como ciertas.

Publicado en enero por  Punto de Partida, el sello editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el libro está disponible en Amazon y es más que recomendable para todo aquel que quiera disfrutar del género del microrrelato.