viernes, 22 de febrero de 2013

Pensar en transmedia



Si hay un debate imposible de eludir hoy día es el del impacto de Internet en las industrias culturales: ¿podrán readaptarse los actuales modelos de negocio o serán arrasados por la revolución tecnológica? Probablemente todos los que opinan, sean visionarios o catastrofistas, están equivocados y aciertan en la misma medida. Porque nadie tiene la más remota idea de lo que nos depara el futuro, y esa incertidumbre es tan inquietante como seductora.     

Decían que el boom del televisor doméstico, allá por 1950, supondría la muerte del cine. No ha sido así: el celuloide supo reciclarse. Ahora dicen que el eBook va a enterrar al libro de papel, extremo que puede llegar a producirse o no. Sin embargo, hay voces, como la de Vargas Llosa, que dan un paso más afirmando que los nuevos soportes traerán consigo cambios en el mismo proceso creativo de los autores: se escribirá de una forma distinta, parece advertir el premio Nobel.

Y nos preguntamos, ¿acaso es eso algo negativo?, ¿acaso no se narra ya de otra manera después del cine y la TV?

Dostoievski precisaba de cientos y cientos de páginas para mostrar el desgarro moral de sus personajes, siempre asolados por conflictos interiores. Los escritores actuales, por el contrario, escriben en imágenes, estructuran a partir de escenas y secuencias, trabajan con puntos de giro y sus tramas son cada vez más elaboradas. Casi todos, de hecho, se declaran cinéfilos, y muchos compaginan la literatura con el guión (Auster, G.R.R. Martin, Ray Loriga). El propio Vargas Llosa ha dirigido películas, y David Simon, creador de The Wire, es tachado admirativamente de novelista por parte de sus jefes en la HBO.

Si en el XIX se escribía en abstracto y en el XX en imágenes, ¿cómo narraremos en esta incierta centuria que se extiende ante nosotros? Un reciente titular puede proporcionar alguna pista: “Fin de la caza al esqueleto de Ricardo III”. La historia arranca en 1485, con la muerte en batalla del último rey de la casa de York, y concluye (o no) en 2013, cuando sus huesos “emergen” a raíz de una excavación en un parking.

¿Cómo relatar esta fabulosa sucesión de eventos sino a través de diversos medios y formatos? De entrada hay una obra teatral, escrita por un tal Shakespeare, que retrata los dos años de reinado del monarca. ¿Por qué no crear también una novela histórica a modo de precuela que sirva para mostrar su infancia y juventud, es decir, la génesis del personaje? O un largometraje de intriga sobre el hallazgo arqueológico, sobre los turbios intereses políticos y económicos que se entretejen alrededor de un hecho así.

Y a partir de ahí cómics, falsos documentales, blogs, videojuegos, juegos de mesas, perfiles ficticios en Facebook y Twitter… Un universo narrativo completo en torno a la figura de Ricardo III en el que las diversas piezas se complementan. Las partes al servicio del todo, igual que en un esqueleto.

Los narradores del XXI empiezan a pensar intuitivamente en transmedia.   

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