En 2008 una chica de
Reus llamada Raquel Córcoles aterrizó en Madrid, probablemente con muchas ideas
en la cabeza y poco dinero en el bolsillo, como tantos jóvenes de provincias
llevan (o llevamos) haciendo desde hace décadas. De su interacción con el
emblemático barrio de Malasaña, sus gin-bars, sus librerías hipsters y sus
tiendecitas vintage, surge el personaje Moderna de Pueblo, de inspiración
inequívocamente autobiográfica, y que da justo lo que promete: una recién
llegada a la gran ciudad queda deslumbrada por la agitada vida “cultureta” que
la rodea, aunque no tarda en descubrir los clichés que subyacen bajo tanta
“modernez” (eso que ahora se conoce como postureo gafapasta…)
Ha pasado apenas un
lustro desde que Raquel desembarcara en Madrid, y su álter ego, creado tal vez
como sana terapia para no tomarse demasiado en serio a sí misma, es ya todo un
fenómeno que fluye, en continuo proceso de retroalimentación, de las redes
sociales al mundo real: casi 100.000 “Me gusta”, 50.000 followers en Twitter,
miles de cómics vendidos… Pero esta peculiar rubia, parapetada tras unas gafas
de sol Ray-ban de las que no se separa jamás, es de origen humilde: nació del
fotolog personal de la autora y dio sus primeros y tímidos pasos en Facebook.
Recuerdo invitar a mis
amigos al Facebook, en plan “¡haceos fans de Moderna de Pueblo!”, y mis amigas
del pueblo pensaban que las estaba insultando…
Fue la beca de cómic
Carnet Jove 2010 la que impulsó definitivamente las viñetas de Moderna de
Pueblo: en 2011 empieza a funcionar la web;
ese mismo año también ve la luz en formato físico el libro “Soy de pueblo” (de
la mano de la editorial Glénat y con la colaboración de la alicantina Marta
Rabadán). La obra ha alcanzado la cuarta edición y ya ha sido traducida al
italiano.
En 2013 Córcoles da el
gran salto: Random House Mondadori publica su segundo cómic, “Los capullos no
regalan flores”, centrado en las relaciones sentimentales, y que en poco más de
seis meses ha vendido más de 15.000 ejemplares.
Pero, ¿cuál es el
secreto de este éxito? Posiblemente la naturalidad, la enorme facilidad con la
que esta Moderna de Pueblo, transmitiendo sus propias experiencias vitales,
conecta de modo automático con toda una generación. Una generación consumista,
adicta al iPhone y víctima de la moda, sí, pero también excelentemente formada
y aún así condenada a la eterna precariedad laboral (la propia Raquel,
licenciada en periodismo y publicidad, ha deambulado por diversos medios de
comunicación, siempre como becaria).
Una generación, la de
Raquel, la de la bloguera de moda Miranda Makaroff o la del dibujante Aleix
Saló (“Españistán”, “Simiocracia”), que comprende intuitivamente el enorme
potencial de Internet en este siglo XXI que está arrancando.
Una generación, en
definitiva, que como todas las demás busca la felicidad a su manera, aunque, en
palabras de Moderna de Pueblo, “somos románticos que no creen en el amor”.
La fórmula, por tanto,
es sencilla, o lo parece: este personaje gusta porque logra una sonrisa
empática que ayuda a mucha gente a entender un poco mejor este mundo que nos ha
tocado vivir. ¿Acaso no ha sido siempre ésa la función de las historias?
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