No es ni mucho menos exagerado afirmar que The Simpsons es probablemente la serie más influyente de la historia de la TV. A su enorme popularidad, sus masivas audiencias y una larga permanencia en antena (se estrenó en 1987 y acumula ya 24 temporadas y 526 episodios), se suma un fuerte desarrollo transmediático. El universo narrativo amarillo se ha expandido a través de tantos medios y soportes que es prácticamente inabarcable.
Ya en 1990 se publicó un libro inspirado en la
serie (Greetings from The Simpsons), así como el primero de muchos
videojuegos (The Simpsons Arcade Game). Desde entonces ha habido cómics,
largometrajes, aplicaciones para móviles, toneladas de merchandising y una
ingente cantidad de material narrativo generado por los propios fans. Esta
peculiar familia norteamericana ha dado lugar, además, a álbumes musicales o
ediciones especiales de juegos de mesa (What would Homer do?), y tiene
incluso su propia atracción en los parques temáticos Universal Studios (The
Simpsons ride) y toda una gama de sellos postales.
La criatura de Matt Groening es una franquicia de éxito global y difícil de cuantificar, no tanto por su volumen de negocio millonario como por su profundo impacto en la cultura de masas: The Simpsons es un auténtico fenómeno social al que multitud de estudios han tratado de aproximarse desde el punto de vista psicológico, económico o filosófico.
Es tal el grado de implantación de esta serie
en nuestras vidas que ha originado casos de product placement inverso: marcas
pertenecientes al mundo ficticio de Homer y compañía se pueden encontrar ahora
en cualquiera de nuestros supermercados (cerveza Duff, Buzz cola). Otro
ejemplo: en 2007, para la promoción de The Simpsons movie, doce tiendas
7-eleven fueron transformadas en Kwik-E-mart (el famoso badulaque de Apu). Y
qué decir de la risa de Nelson o el “multiplícate por cero” de Bart,
expresiones que la gente ha incorporado a su forma habitual de comunicarse a lo
largo y ancho del planeta.
¿A qué se debe esta increíble capacidad para
penetrar la realidad? De hecho el clan amarillo va todavía un poco más lejos: Los
Simpsons no sólo se cuelan en nuestros hogares de mil maneras diferentes, sino
que absorben y reelaboran otros formatos narrativos. Ya es legendaria su
versión de la cabecera de Game of Thrones, sin olvidar el proyecto Springfield Punx, en
el que los personajes de Lost son dibujados al estilo Simpson Simpsons.
Pero, ¿cómo explicar todo esto? En su obra de
referencia “Narrativas Transmedia”, Carlos Alberto Scolari propone una
respuesta original y muy sugerente, definiendo a The Simpsons como un logaritmo:
“un conjunto de procedimientos aplicable a cualquier texto para simpsonizarlo”.
Tal vez la clave resida simplemente en que
Springfield es todos los pueblos y ninguno, del mismo modo que Marge, Bart,
Lisa, Maggie y Homer son todas las familias y ninguna. No parece casualidad,
llegados a este punto, que el patriarca de la serie lleve el nombre de Homero,
el primer gran narrador de la humanidad.
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