Ya hemos dicho
anteriormente en esta bitácora que el mundo del videojuego dejó hace mucho
tiempo de ser solo cosa de niños. No por el nivel de violencia de ciertos
títulos, o por la dificultad intrínseca de los mismos, sino por la enorme
complejidad y profundidad de las historias originales que nos presentan. Hemos
hablado del universo transmedia de Assassin´s
Creed o del próximo lanzamiento de Ubisoft, Watch
Dogs. Hoy volvemos a acercarnos al mundo del ocio electrónico para hablar
de otro universo narrativo que, por su profundidad y complejidad, merece ser
analizado. El universo de The ElderScrolls.
En 1994 el estudio de
desarrollo Bethesda lanzaba al mercado el título The Elder Scrolls: Arena. Dicho juego nacía con la premisa de otorgar
una libertad casi absoluta al jugador mientras se le sumergía en un mundo
fantástico, creado a la semejanza de muchos otros universos fantásticos como la
Tierra Media del maestro Tolkien. Los jugadores visitaban por vez primera el
continente de Tamriel y descubrían su historia. A este primer videojuego le
siguieron otros cuatro; Daggerfall
(1996), Morrowind (2002), Oblivion (2006) y Skyrim (2011), que con sus correspondientes expansiones, seis para
ser exactos, y otros siete juegos ajenos a la línea argumental principal, ofrecen
un mundo fantástico tan grande y profundo como cualquiera de los que la mejor
literatura fantástica haya podido ofrecer.
Para los profanos a
este tipo de juegos sería muy recomendable que probasen a sentarse frente a la
pantalla de sus televisores y, con el mando de juego en la mano, visitar por
vez primera las frías tierras de Skyrim, escenario de la última entrega hasta
el momento de esta saga. De hacerlo descubrirían un mundo que, verbigracia de
la maravillosa tecnología del ocio electrónico, parece tan vivo y real como el
que hay tras del cristal de nuestras ventanas. Un mundo donde hay ciclos de
noche y día, habitado por criaturas tan reales como las que vemos en cualquier
documental de vida salvaje. Un mundo con sus variaciones climáticas, lleno de
personajes nacidos de una cada vez más potente inteligencia artificial, que interactúan
entre sí y con el jugador. Y es que todos y cada uno de esos personajes que
habitan la tierra imaginaria y virtual de Skyrim tienen una historia tras de sí
perfectamente desarrollada. En definitiva, una experiencia interactiva que, si
se desea explorar en profundidad, depara cientos de horas (no, no exagero, se
trata de muchos cientos de horas) de vida virtual. La libertad de acción es la norma
de la franquicia. Pero esto no queda aquí. Además de estos cientos de quest secundarios Skyrim tiene una trama principal que conduce al jugador héroe a una
historia épica que nada tiene que envidiar a las grandes sagas nórdicas.
Por si esto fuera poco
el universo fantástico de The Elder
Scrolls ha saltado del mundo electrónico al papel impreso. La serie de
novelas ambientadas en este mundo imaginario ya cuenta con sus dos primeros
títulos, los cuales amplían el universo narrativo. No hace falta que digamos
que The Elder Scroll es ya un
universo transmedia.
Para completar este mundo que no para de crecer Bethesda tiene previsto para las próximas fechas el lanzamiento de The Elder Scrolls Online, su primera incursión en el mundo de los MMORPG, donde intentará disputar la hegemonía a World of Warcraft (franquicia que merece por su impacto global un artículo propio).
En ShotWords, como
narradores que somos, no podemos por menos que asombrarnos ante el colosal
trabajo de muchos años y de muchas mentes creativas que esto implica. Como
sucede con la franquicia Halo,
propiedad de Microsoft, la biblia del universo de The Elder Scrolls, en la que se narra tanto el pasado de dicho universo
como su futuro, un documento tan colosal como valioso, está guardado bajo siete
llaves. En el mundo anglosajón saben del enorme valor económico de dichos
documentos.
La cuestión es, ¿Por
qué en España no hemos hecho todavía algo así? Esta vieja piel de toro, con
todos sus defectos, no solo tenemos magníficos estudios de desarrollo en el
mundo del videojuego (para muestra el estudio MercurySteam, de San Sebastián de
los Reyes, responsable de las últimas entregas de la franquicia Castlevania),
sino que sigue siendo cuna de magníficos escritores. Hay una generación
asombrosa de nuevos talentos (reconozco que llamar nuevo a gente que lleva
bregando décadas puede resultar absurdo, pero lo son para el gran público) que
han abrazado géneros tan estigmatizados por la crítica nacional como son la
fantasía y la ciencia ficción y los han llevado a niveles que nada tienen que
envidiar al mundo anglosajón. Autores como Eduardo Vaquerizo, David Mateo, Susana
Eeve, Marc Soto, Guillem López, Javier Negrete, Rafael Marín, Félix J. Palma… y
así podría seguir horas citando a escritores cuyo caudal creativo, junto con
nuestro propio acervo cultural, podrían
regalarnos mundos fascinantes.
Desde ShotWords, desde
la humildad y el respeto, estamos trabajando por hacer algo al respecto. No
solo vamos a seguir estudiando modelos extranjeros y nacionales, sino que,
siendo conscientes de las limitaciones materiales que esta época de crisis nos
impone, estamos dispuestos a afrontar una labor similar a la que hemos mostrado.
En los próximos meses deseamos poder dar buenas noticias al respecto. Hasta
entonces, seguiremos empleando esta bitácora como plataforma de análisis y
estudio de todas las formas narrativas de la Era Digital.
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