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de mayo, martes, 18.00. ShotWords acude puntual al edificio de Telefónica en la
Gran Vía madrileña para asistir a TEDx, uno de los eventos transmedia más
señalados en una semana bastante movidita. Las instalaciones son inmejorables,
la organización se intuye altamente profesional. En el público, una llamativa
mescolanza de jóvenes “malasañeros” y señores trajeados, tal vez ejecutivos de
la propia firma cuyos despachos están situados unas plantas más arriba.
Javier
Villarrubia oficia de maestro de ceremonias y explica qué es TED (Technology,
Entertainment, Design): una organización sin ánimo de lucro que desde 1984
celebra charlas y congresos en todo el mundo bajo el lema “Ideas que merece la
pena difundir”. La temática es muy variada (ciencia, arte, política) y ha
contado con conferenciantes de lujo como el ex-presidente Clinton o Bill Gates.
En este caso la x hace referencia a que se trata de un evento local e
independiente.
El
formato es ágil, dinámico, muy “americano”. Villarrubia introduce una serie de
vídeos de diez minutos que incluyen fragmentos de otros eventos TED celebrados
en Estados Unidos, lo que crea una sensación de juego de espejos, pues en
dichos vídeos hay a su vez otros ponentes dirigiéndose a otros públicos, dando
paso a otros vídeos.
Se proyectan tres vídeos: una curiosidad sobre
el vídeoclip viral de la banda Ok Go; una charla de Andrew Stanton (“Nemo”,
”Toy story”) desgranando las claves de eso que ahora se llama storytelling y
que es básicamente la narración de toda la vida; y por último una auténtica
joya del ilusionista Marco Tempest, que con un soberbio y minimalista
espectáculo de realidad aumentada cuenta la historia de Nikola Tesla.
La
“estrella” de evento, sin embargo, es Víctor M. López, que cierra el acto
hablando de sus criaturas transmedia de animación: el popular Pocoyó, la serie Jelly
Jamm y el inminente estreno de Bugsted, que parte de una premisa muy atractiva
(¡una cucaracha se coló en el Apolo XIII y llegó a la luna!).
Y aquí viene la reflexión de ShotWords: la
apuesta de López, que apela al público infantil, es extremadamente inteligente,
casi infalible, tanto desde el punto de vista narrativo como empresarial. Los
niños entienden los nuevos soportes por intuición, y consumen contenidos
transmedia de un modo natural, es decir, no tienen que esforzarse por aprender.
Además, no están todavía tan condicionados como los adultos por una cultura
concreta, y la barrera lingüística no existe para ellos (¿alguien ha descubierto
en qué idioma habla Pingu?). Un producto dirigido a los más pequeños aspira,
por tanto, a un mercado global. Esto explica el éxito internacional de Pocoyó o
Jelly Jamm.
Pero
dándole la vuelta al argumento cabría preguntarse si por estos mismos motivos
la ficción transmedia para adultos está hasta cierto punto lastrada. Ambiciosas
propuestas como “The Cult” o “Defiance” (ambas reseñadas aquí) no han terminado
de cuajar, y tampoco en España ha habido series concebidas desde su origen como
transmedia. Víctor M. López apuntaba lo importante que es para su modelo de
negocio la venta del juguete físico asociado a cada dibujo animado. Esa vía de
financiación se pierde con las audiencias adultas. ¿Cómo generar, pues, ingresos?
¿Cómo asegurar la rentabilidad y la sostenibilidad en este contexto de “todo
gratis” propiciado por Internet?
Lamentablemente
tuvimos que marcharnos del evento antes de poder formular estas cuestiones.
Porque abajo nos esperaba el escritor Marc R. Soto, para una jugosa entrevista
de la que podréis disfrutar la semana que viene.
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