En los últimos años estamos asistiendo a un
fenómeno creciente que quizá pasa desapercibido por estar el debate centrado en
tendencias de actualidad como la narrativa transmedia y el branded content.
Hasta tal punto ha escapado a la reflexión que incluso se le ha escatimado la
inevitable etiqueta con la que tratamos de nombrar cualquier novedad, en
nuestro afán, tal vez, por aprehenderla. Ya se ha definido suficientemente el
concepto transmedia (una historia contada en distintos soportes y/o formatos),
y todos sabemos lo que es una adaptación clásica: cuando la historia narrada,
por ejemplo, en una novela es despojada de lo estrictamente literario y
adaptada al lenguaje cinematográfico, más visual. Y bien, ¿cómo llamar entonces
a lo que viene ocurriendo con series como “The office”, “Shameless” o más
recientemente “The bridge”?
Esta última, por ejemplo, es una ficción
sueco-danesa del año 2011 titulada “Broen”, y que arranca con la aparición de
un cadáver justo en la mitad del puente que une ambos países. El canal
norteamericano FX ha reproducido la misma premisa pero trasladando la acción a
la frontera entre Texas y México. ¿Podríamos calificarlo, pues, de remake? No
es descartable, pero técnicamente un remake es lo que se hizo con films como
“Abre los ojos” (“Vanilla sky”): copiar casi plano por plano una película
extranjera con equipo técnico y artístico estadounidense.
Bien es sabido cuán refractaria ha sido siempre la
cultura anglosajona, en general, y la norteamericana, en particular, a toda
forma de mestizaje o influencia externa. En el ámbito musical todavía siguen
catalogando con un eufemístico “músicas del mundo” todo lo que no esté cantado
en inglés (sea un fandango o un polca), e intérpretes como Sofía Vergara o
Antonio Banderas han tenido que trabajar muy duro para rehuir el cliché latino.
Puesto que la emisión de una serie original
escandinava es impensable en EEUU (las audiencias serían catastróficas), la
industria audiovisual prefiere comprar el producto y rehacerlo desde cero con
actores propios. Nótese que los otros ejemplos citados son series británicas
que también fueron recicladas para hacerlas más aptas al gusto americano. Y conste
que no es una crítica: un mercado doméstico de 300 millones de personas y su
condición indiscutible de primera potencia mundial en entretenimiento se lo
permiten. De hecho, los creadores de “Broen” figuran como productores
ejecutivos en “The bridge”, lo cual supone un notable avance (ocurre lo mismo
con “Homeland”, inspirada en una serie israelí). Conclusión: el imperio empieza
a mirar de reojo hacia fuera, y eso es una buena noticia.
En España también se han
dado casos parecidos, como “Yo soy Bea” o “Sin tetas no hay paraíso”, formatos
colombianos que se europeizaron con bastante éxito.
En
cuanto a cómo bautizarlo, no estamos hablando de transmedia, claro, pero
tampoco de una adaptación al uso: se convierte una serie de TV en otra serie de
TV casi idéntica en cuanto a planteamiento narrativo. Si acaso hay un proceso
de adaptación cultural, en función del que el material es reelaborado atendiendo
a peculiaridades idiosincráticas (composición racial, sentido del humor,
tabúes, etc.). Por tanto, ¿socioadaptación?, ¿narrativa transcultural?
Mejor
renunciemos a ponerle nombre y sigamos disfrutándolo y enriqueciéndonos con el
intercambio, pues es la perfecta integración de lo local en lo global, de las
diversas sensibilidades en una emoción común que todos, como seres humanos,
compartimos.
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