Hace
un par de años, durante uno de mis primeros paseos por New York, topé por
casualidad con la HBO Shop, sita en pleno corazón de Manhattan, en el cruce de
la sexta avenida con la mítica calle 42. Al César lo que es del César: nos
guste o no, es imposible competir con el sentido del espectáculo y la habilidad
para industrializar el ocio que poseen los americanos.
No
era ni mucho menos una tienda gigantesca, como se estila por aquellos lares,
pero sí que funcionaba como una máquina de hacer dinero perfectamente
engrasada: camisetas, bolígrafos, tazas, material de papelería, pins, bisutería,
incluso el libro de cocina de la mamma, con todas las recetas aparecidas en Los
Soprano… No había prenda de vestir u objeto de uso cotidiano que no llevara el
logo de una de las series emblemáticas de la cadena: se trataba del fenómeno
fan elevado a la enésima potencia.
Pero
he aquí que nada es eterno, y menos en una sociedad “espídica” en las que las
tendencias, gracias a Internet, se fagocitan unas a otras prácticamente en
tiempo real. El estado de evolución permanente ya no es una opción, sino la
norma. Los espectadores están sobre-informados y por tanto exigen cada vez más:
ya no toleran, por ejemplo, que se insulte su inteligencia con un burdo product
placement (cartón de leche incrustado en la mesa del desayuno como quien no
quiere la cosa); de ahí que se esté imponiendo el más sutil branded content: “si
quieres venderme tu producto por lo menos cuéntame una historia que me
entretenga y/o emocione”, podría ser a grandes rasgos la actitud de las
audiencias actuales.
Del
mismo modo, cabe afirmar que el merchandising de toda la vida da paso al
transmedia: ya no consiste en envolver una película, una serie o una novela en
una fastuosa campaña de marketing; ahora se construyen mundos narrativos
completos que el usuario transita a través de distintos soportes, con la idea
no tanto de consumir como de experimentar. El cliente se transforma en huésped.
De
ahí que el canal Syfy esté preparando el inminente lanzamiento de la serie
“Defiance” (15 de abril) con el siguiente slogan: “Watch the show, play the
game, change the world”. Porque además de los contenidos audiovisuales hay
también un videojuego que los complementa (o viceversa: tal vez es la serie la
que complementa el juego), en lo que constituye un ambicioso proyecto pionero
que muy pronto podría ser el modelo estándar. Hace unos años las novedades
tardaban meses en llegar: ahora están a un click de distancia.
Los
americanos hacen muchas cosas mal y muchas cosas bien. Copiémosles sólo en
estas últimas. ¿O vamos a permitir que Míster Marshall pase de largo una vez más?
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