Es
un hecho, manejamos conceptos tan complejos que a veces la propia definición plantea
más interrogantes de los que aclara. Blognovela o narrativa hipertextual pueden
antojarse nociones abstractas e inasibles en cuanto a que están “demasiado” vivas,
en constante proceso de mutación, pues se construyen in situ y en directo, a
partir de los nuevos caminos investigados por creadores de todo el planeta.
Asusta
pensar que, a nivel usuario, la historia real de internet no llega a veinte
años. Aún recuerdo, a finales de los noventa, cuando iba a casa del único amigo
que estaba conectado y, maravillados, conversábamos con desconocidos en aquellos
chats antediluvianos. Desde entonces los cambios han sido tan radicales como el
paso de la rueda al motor de combustión.
Por
tanto toda la reflexión en torno al fenómeno está condenada a ser teórica y especulativa:
ni siquiera podemos esgrimir el socorrido argumento de “la historia se repite”.
No hay referentes ni autoridades en la materia, y cuando intentamos clavar una
bandera en territorio conquistado resulta que ese territorio ya se ha
desplazado unos cuantos metros.
De
ahí que haya cabida para todas las posturas: gurús, visionarios, apocalípticos
e incluso guasones como los de esa editorial norteamericana que, muy circunspectos,
llamaban a la calma, “pues el libro físico no va a acabar con internet”. Lo
paradójico es que todos los que debatimos hasta el hartazgo y tratamos de
vaticinar qué será del mundo digital recordamos perfectamente lo que era la
vida antes de la web. Es decir, somos inmigrantes (¿intrusos?), meros regentes
que gobiernan de modo interino a la espera de que los nativos, herederos
legítimos del reino, alcancen su mayoría de edad.
Por
eso tiendo cada vez más a observar a mi hermana, nacida en el año 2000 e hija
simbólica del siglo XXI. Mabela, que así se llama, vive en una casita en mitad
del campo y es una niña normal: graba vídeos domésticos de sus mascotas con el
móvil, los edita y los sube a su canal de youtube, retoca fotografías y las
cuelga en tuenti, estudia con un notepad y suspira por el día en que sus padres
le permitan tener una tableta. Ah, y de vez en cuando mira la tele de reojo o
abre un libro (sólo si capta visualmente su atención).
A
veces estoy tentado de preguntarle: “Mabela, ¿tú cómo ves el futuro?”, pero me
abstengo, porque está frente al ordenador, chateando con una ciber-amiga chilena
con quien comparte un caballo virtual en un establo virtual en una red social
de la que yo nunca había oído hablar. Entonces me respondo yo mismo: Mabela comprende
intuitivamente y sin esfuerzo esos conceptos a los que aludía al principio y
que a mí tanto me cuestan. Y es que ella no tiene que porfiar por ver el
futuro: se limita a vivir el presente.
Este
blog descansa hasta el lunes 1 de abril. Felices vacaciones, y si son
transmedia, mejor.
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